Anduvo descalza muchas veces, por esa razón cuando tenia
zapatitos nuevos que aunque a veces
apretaban, una vez que se le hacia el callo, se acostumbraba a ellos y seguía
caminando.
La primera vez que
sintió unos zapatos clavarse en su piel, fueron unos zapatos negros que ni sabe
de donde salieron, conjuntaban con el atuendo de luto que marcaba como iba a
ser su caminar desde ese momento hasta que cambiara de zapatos.
Los zapatos negros
hicieron que le creciera el pie muy deprisa, por eso cada día dolían más, pero
caminando y caminando los pies se acostumbran al dolor y seguía, no sin dolor
de pies, pero sí con paso firme.
Los zapatos, por el mismo desgaste del uso se estropean y
cuando los dedos asoman por las puntas, es hora del cambio.
Y llego el día que cambio a unos zapatitos preciosos cómodos, muy
distintos a los negros, con esos zapatos de color alegre y suela de amor se
sentía la mas feliz del mundo.
Viajo con ellos ceñidos a sus pies, dando saltitos de contenta
y como si los pies no sufren- que son los que soportan tú camino- todo es más
bonito más maravilloso y vuelve la ilusión a tu vida.
Los zapatitos de colores vivos como la primavera, con esa
explosión de colores, olores y luz, cada vez se moldeaban más a sus pies, por
eso caminar con ellos era felicidad a cada paso que daba, también es cierto que
con esos zapatos no caminaba sola, los pasos firmes que daba con aquellos
zapatos tenían una pareja y caminaban a
la par, unos al lado de los otros, sorteando las piedras y los baches que se
encontraban juntos en el camino, un
camino no siempre fácil, pero que si se recorre en la misma dirección, los
pasos pesados pesan menos y es más fácil darlos.
A aquellos dos pares
de zapatos, los de color primavera, se les fueron uniendo zapatitos pequeños que había
que cuidar y enseñar y como los zapatitos inexpertos aprenden de los que van
delante de ellos en el mismo camino, había que dar pasos firmes, sin dar pisotones a otros zapatos y al tiempo no dejarse pisar y explicarles a
los pequeños , por que se daban esos pasos.
El camino era ahora más difícil con más ilusiones y responsabilidad que nunca,
pero los zapatitos pequeños aportaban más alegrías. Aquellos tres pares de zapatitos eran los que ya nunca dejarían
caminar solos a los zapatos de color primavera.
Y siguió el camino, tropezando, levantándose, fueron
perdiendo color por que el camino los desgasta, pero ya nunca volvió a calzarse
unos zapatos negros.
Maika-15-Mayo -2012
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