martes, 15 de mayo de 2012

Descalza…





Anduvo descalza muchas veces, por esa razón cuando tenia zapatitos nuevos  que aunque a veces apretaban, una vez que se le hacia el callo, se acostumbraba a ellos y seguía caminando.
 La primera vez que sintió unos zapatos clavarse en su piel, fueron unos zapatos negros que ni sabe de donde salieron, conjuntaban con el atuendo de luto que marcaba como iba a ser su caminar desde ese momento hasta que cambiara de zapatos.
 Los zapatos negros hicieron que le creciera el pie muy deprisa, por eso cada día dolían más, pero caminando y caminando los pies se acostumbran al dolor y seguía, no sin dolor de pies, pero sí con paso  firme.
Los zapatos, por el mismo desgaste del uso se estropean y cuando los dedos asoman por las puntas, es hora del cambio.
Y llego el día que  cambio a unos zapatitos preciosos cómodos, muy distintos a los negros, con esos zapatos de color alegre y suela de amor se sentía la mas feliz del mundo.
Viajo con ellos ceñidos a sus pies, dando saltitos de contenta y como si los pies no sufren- que son los que soportan tú camino- todo es más bonito más maravilloso y vuelve la ilusión a tu vida.
Los zapatitos de colores vivos como la primavera, con esa explosión de colores, olores y luz, cada vez se moldeaban más a sus pies, por eso caminar con ellos era felicidad a cada paso que daba, también es cierto que con esos zapatos no caminaba sola, los pasos firmes que daba con aquellos zapatos  tenían una pareja y caminaban a la par, unos al lado de los otros, sorteando las piedras y los baches que se encontraban juntos  en el camino, un camino no siempre fácil, pero que si se recorre en la misma dirección, los pasos pesados pesan menos y es más fácil darlos.
A aquellos  dos pares de zapatos, los de color primavera, se les  fueron uniendo zapatitos pequeños que había que cuidar y enseñar y como los zapatitos inexpertos aprenden de los que van delante de ellos en el mismo camino, había que dar pasos firmes, sin dar pisotones a otros zapatos y al tiempo no dejarse pisar y explicarles a los pequeños , por que se daban esos pasos.
El camino era ahora más difícil  con más ilusiones y responsabilidad que nunca, pero los zapatitos pequeños aportaban más alegrías. Aquellos tres pares de  zapatitos eran los que ya nunca dejarían caminar solos a los zapatos de color primavera.
Y siguió el camino, tropezando, levantándose, fueron perdiendo color por que el camino los desgasta, pero ya nunca volvió a calzarse unos zapatos negros.

Maika-15-Mayo -2012

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